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Hace unos cuantos años, Canal 12 de Córdoba ponía en la pantalla chica un ciclo de películas de suspenso, originalmente transmitido por el 13 de Buenos Aires. El ciclo se llamaba Viaje a lo Inesperado; solían pasar algunas buenas historias, pero en general, eran cintas clase B con un argumento parecido: un pueblo tranquilo, a donde arribaba una familia que, poco a poco, iban salvándose de ser asesinados por el principal sospechoso –que no era más que un aparente perejil-, luego por el clásico jardinero, más tarde por el policía de la cuadra, hasta llegar escapando a la Iglesia para darse cuenta frente al cura -que aprieta una sierra en sus manos- que todo el pueblo es una banda de trastornados (o mutantes) cuyo líder es el alcalde.
Algo parecido le sucedió a los choferes y las trolebuseras del transporte urbano de pasajeros de la ciudad de Córdoba esta última semana. Solos, solas, o casi, con sus familias a cuestas, con algunos amigos que fueron a tender una mano, fueron buscando apoyo de parte de quienes son de su misma clase social, de aquellos que los alberga el mismo denominador común, la explotación de su trabajo; buscaron abrazarse con aquellos que soportan los tarifazos, o tienen que comprar leche a un precio prohibido, o quienes deben soportar una pobreza que va creciendo.
Sin embargo, poco sucedió como se esperaba. Por un lado, la dirección nacional del gremio forma parte de los sectores burócratas (además de ser cómplices de los negociados del transporte), que en estos tiempos de neoliberalismo y ajuste genocida, vienen teniendo actitudes colaboracionistas con los gobiernos, arreglando paritarias muy por debajo de la inflación, mientras fuman su miserable puro en la CGT. La seccional Córdoba de UTA se encuentra intervenida hace nueve meses, es decir que su conducción no ha sido elegida por las bases del sindicato, sino asignada desde arriba por los millonarios sindicalistas. Un ejemplo de su traición actual es el débil protagonismo en los medios (pero sí en los oscuros escritorios) del interventor nacional del gremio cordobés, Luis Arcando, quien avaló los despidos y que se declare ilegal el paro y las asambleas, haciéndose (¿haciéndose?) el empresario. Quienes asumieron las reivindicaciones de sus compañeros/as fueron el delegado de AuCor, Marcelo Marín y Érica Oliva, delegada de las trolebuseras.
Los medios de comunicación (nacionales y locales) hablaban de una interna política. “Esto es político”, replicaban las señoras, mientras escupían su bronca frente al televisor. “Estos quieren voltear al intendente y a Macri”, le gritaba un anciano al micrófono de un movilero en la puerta del Hospital Rawson. Muchos hablaban de los sindicalistas millonarios, sin saber que las bases habían saltado la valla, se ponían al frente de la lucha y se enfrentaban, también, contras esos sindicalistas. Todo es político, es cierto, como también lo es que el servicio de transporte urbano les deja millones a sus dueños y un mal servicio a los usuarios. Eso también es político, como lo es que Schiaretti, el gobernador de la provincia, y el Intendente de la ciudad, Ramón Mestre, se junten para reprimir y militarizar las calles. Todo es político, doña.
Mientras tanto, en Córdoba avanzó el conflicto más de lo pensado; en los medios se dejaba correr la sangre, para que todos pudieran disfrutar del espectáculo titulado “Los negros de mierda son los dueños de la ciudad”. Y arrancó la misma campaña mediática de siempre, como antes con los docentes cuando se decía que no iban a trabajar y que nadie está aprendiendo: ahora el problema era que bailaban de más, ganaban de más, decían verdades de más. De hecho, desaparecía de los medios el emergente que había hecho que se produjeran las asambleas en las puntas de línea el viernes 2: el descontento de los delegados cordobeses con el acuerdo salarial nacional y el incumplimiento de los acuerdos paritarios locales por parte de la patronal. Los choferes y las trolebuseras exigen un aumento del 32%, no el miserable 8% hasta diciembre. Además, plantearon el mal estado y la falta de las unidades para una mejor frecuencia de los viajes, algo que padecen cotidianamente los usuarios. Este reclamo fue amordazado por los grandes medios de comunicación cordobeses, para evitar la solidaridad entre trabajadores y usuarios, en relación a la falta de cumplimiento de la calidad del servicio, a pesar de que cobran uno de los boletos más caros del país.
Sin dudas, los medios jugaron para los que más tienen, es decir las empresas que reciben subsidios millonarios del municipio (por ejemplo, la concesión por parte de Mestre del 75% del servicio a su empresa amiga ERSA, especialista en negarse a destinar un peso en inversión, pero rápida para embolsar la guita del Estado). Los medios al servicio de una política estatal orientada a garantizar la ganancia empresarial. Y no solo jugaron así los recalcitrantes enemigos del pueblo como Cadena 3, Canal 12, o Teleocho: también jugaron así los comunicadores de los SRT, antiguo bastión progre de la Docta. Hay que contar con la tanda publicitaria. ¿O es por convicción?
En el medio, decenas de despedidos, descuentos por día de paro, militarización de la ciudad, colectivos manejados por personas contratadas en minutos. En el medio, el Intendente rompiendo el diálogo, los aprietes a los trabajadores, el Ministerio de Trabajo dictando una Conciliación Obligatoria siempre favorable a las patronales, la gente a pata. La gente trabajadora veía lo que le querían mostrar, en una provincia donde el ajuste ganó por amplísima diferencia. Pobres contra pobres peleándose, mientras el transporte público les hace ganar a los empresarios doce millones de pesos diarios. En la pelea de pobres contra pobres, pierden los pobres. En esa pelea, algunos, asumieron el relato del opresor, pidiendo que no reincorporen a nadie, que los metan presos, que llegue -finalmente- el escarmiento. Una postal de nuestro tiempo: grises coroneles que surgen de los barrios, desmemoriados vuelcan su odio en una mesa de café. Mano dura, aunque no se tenga acuerden de cuánto cuesta no poder abrir la jeta para pelear por lo justo.
El conflicto, más allá de los nueve días de asambleas y paros que pasaron, no terminó el martes 13, aún cuando los dejaron solos y solas, tanto los burócratas sindicales como una parte de la opinión pública. No terminó, a pesar de que hoy los despedidos están despedidos y parece que fueron derrotados. No terminó, a pesar de que no se movió el porcentaje reclamado, ni se van a mejorar las frecuencias. Pero, se encendió una mecha que será el eje central de lo que sigue. Algunos querrán apagarla con el sable y la mentira mediática; otros, buscarán que esa llama sea cada vez más grande. Estos últimos, choferes y trolebuseras, y aquellos que apoyaron esta heroica huelga, saben que a pesar de vivir en un pueblo de cómplices, hay una cortina que se corrió, dejando ver al verdadero asesino serial de la película. Quizás sea el momento de atraparlo, y dejar de escapar.
Viaje a lo inesperado
De luis funes
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